Mientras en Casa Rosada ajustan las planillas de Excel para mostrar “signos de reactivación”, en el terreno real la industria mete reversa. General Motors anunció que apaga su planta en Alvear, Santa Fe, por falta de demanda. La fábrica dejará de producir todos los viernes que quedan de mayo, se toma franco el miércoles 28 y jueves 29, y directamente cierra todo junio. ¿Resultado? Tracker en pausa, operarios en la cuerda floja y un nuevo capítulo en la novela del “modelo productivo” que no arranca.
El comunicado oficial habla de “readecuación temporal”, pero puertas adentro se sabe lo que es: caída de exportaciones a Brasil, principal destino de este SUV, y un mercado local que no compra ni con promociones. A eso se suma un contexto de tasas altas, inflación persistente y crédito inexistente. Resultado: ni el que quiere cambiar el auto puede, ni el que puede quiere.
Pero la historia no termina en GM. La crisis pega en todo el sector automotor:
Toyota, que era la niña mimada del modelo exportador, también pisó el freno y empezó a recortar turnos.
Renault y Nissan ya vienen con suspensiones escalonadas desde principios de año.
Volkswagen está ajustando producción en Pacheco por sobrestock.
Y Stellantis (que produce Fiat, Peugeot y Citroën) ya redujo ritmos en Córdoba y El Palomar.
La UOM y el Smata hacen equilibrio entre el silencio cómplice y el pedido de paz social, mientras los trabajadores miran el cronograma de suspensiones como quien mira una cuenta regresiva. No es casualidad: en lo que va del año ya se acumulan más de 25.000 suspensiones en el sector industrial, entre autopartistas, terminales y metalúrgicas.
La paradoja: mientras el gobierno celebra la baja del dólar blue y la inflación que “empieza a ceder”, las fábricas se apagan una a una. Hay menos remarcación en las góndolas, sí. Pero también hay menos consumo, menos producción y más días sin laburo.
El modelo exportador se cae cuando se cae Brasil. Y el mercado interno no existe. Pero claro, la culpa siempre es del “arrastre” o de la “herencia”, según el libreto que toque.
Mientras tanto, en Alvear, los trabajadores de General Motors no saben si en julio volverán a ensamblar un auto o a contar las horas libres. Lo único claro es que la Tracker está frenada. Y con ella, gran parte del sueño industrial argentino.
[/contenido_premium]