José Rodríguez Ponte confirmó su candidatura como concejal por Potencia Buenos Aires en General Lavalle. Su regreso busca recuperar institucionalidad, devolver equilibrio al Concejo Deliberante y abrir espacios reales de representación. Acompañado por referentes locales y figuras nuevas, entre ellas integrantes de la comunidad coreana, Ponte vuelve con la promesa de ordenar, no de prometer.
José Rodríguez Ponte confirmó su candidatura para las elecciones legislativas en General Lavalle, esta vez encabezando la lista del espacio Potencia Buenos Aires. Con una trayectoria conocida en la política local, y dos mandatos como intendente, Rodríguez Ponte busca recuperar la representación real en el Concejo Deliberante de General Lavalle, devolviéndole equilibrio institucional y voz al vecino. La postulación fue anunciada oficialmente y apunta a consolidar un espacio que propone gestión, austeridad y compromiso en un momento de desorden político evidente.
Ponte no necesita demasiada introducción. Fue intendente de General Lavalle durante dos mandatos consecutivos. Administrador de perfil bajo, austero, obsesionado con el equilibrio fiscal y con una lógica más de contador que de caudillo. No se le conocen escándalos ni le sobran las épicas, pero sí dejó una marca concreta: ordenó la casa y la dejó andando.
Ahora, cuando el municipio atraviesa una etapa de desdibujamiento institucional —con un Concejo Deliberante al que muchos describen como “una escribanía sin agenda”—, Ponte se presenta como el factor de equilibrio perdido.
“No es un salto al vacío, es una propuesta basada en hechos, no en slogans”, dijo en una entrevista con MULTIMEDIO.
Traducción Danteana: “Vengo a ordenar el quilombo que dejaron.”
La lista presentada por Potencia Buenos Aires, y ya aprobada por la Junta Electoral, es un equilibrio quirúrgico entre experiencia, territorio y señales de apertura. Lo acompañan:
Luciana Alejandra Cánepa
Ricardo Iribarren
Andrea Turconi
Alicia Montenegro
y en un gesto que no pasa desapercibido: Gweon Park Sin Hye, representante de la comunidad coreana local.
Este último nombre no es decorativo. Se trata de la primera vez que una figura de esa comunidad participa activamente en una lista local, y no como relleno. Un gesto político que pone en agenda una deuda histórica de representación en Lavalle: abrir el juego a los sectores invisibilizados.
Además, desde Paraje Pavón, otro nombre se suma con peso territorial: Enrique Borsi, que se postula al Senado provincial ocupando el tercer lugar en la lista seccional. ¿La clave? Ponte lo anima, lo empuja, lo convence. Lo mismo que hizo durante años con su gabinete: ordenar, formar y delegar.
La candidatura de Ponte tiene un mensaje implícito: no es nostalgia, es corrección de rumbo. Su espacio plantea recuperar la independencia del Concejo Deliberante, que hoy parece más alineado con los intereses del Ejecutivo que con los de los vecinos.
La crítica es sutil pero contundente: el cuerpo legislativo ha perdido autonomía, se ha vaciado de debates reales y se ha convertido en una oficina de trámite político. Ponte quiere devolverle voz, peso y sentido. Lo dice sin decirlo.
Y lo hace con su sello: sin ruido, sin interna, sin fuegos artificiales. Pero con lápiz afilado y planilla bajo el brazo.
En un panorama donde la rosca, la improvisación y la selfie fácil dominan la escena, la propuesta de Rodríguez Ponte puede sonar “anticuada”. Pero también puede ser el regreso de la política sin circo, con gestión, reglas claras y objetivos palpables.
Porque lo que hoy parece una rareza —fiscalismo, institucionalidad, equilibrio— en realidad debería ser el estándar mínimo.
Rodríguez Ponte no busca volver por poder, sino por concepto. Porque ve un vacío y decide ocuparlo con una lista que habla de representatividad real, no de cargos para la tribuna. Porque cuando el Concejo se transforma en sello de goma, alguien tiene que venir a devolverle el resorte.
En tiempos donde se suben al escenario los improvisados, volver al rigor de lo hecho puede ser una jugada más disruptiva que mil eslóganes.
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Dante Villegas
Con la lupa institucional en una mano y el archivo en la otra.