El Gobierno nacional no está para hacer amigos: avanza con una reforma migratoria que reconfigura el tablero y manda un mensaje claro —y brutal—: Argentina para los argentinos. Sin vueltas, sin maquillaje progre, sin miedo a los títulos de los medios internacionales.
La nueva normativa plantea una batería de medidas que despiertan aplausos en redes y ceños fruncidos en embajadas. El combo incluye deportación inmediata para delincuentes extranjeros, expulsión de quienes entren por la ventana, y empieza a ponerle precio a dos vacas sagradas: salud y educación pública. ¿El Estado bobo? Finito.
Lo que viene, punto por punto (y sin anestesia):
Delincuente extranjero que pisa Ezeiza, vuela de vuelta. Si tenés antecedentes penales y venís a probar suerte a la Argentina, ahora el avión de vuelta es inmediato. Acá no se juega con la buena fe del país.
El que entra ilegal, se va. Migraciones tendrá la potestad de expulsar sin vueltas a quien no cumpla con los requisitos de ingreso. Chau “viveza criolla” importada.
Atención hospitales: se terminó la atención gratuita sin reciprocidad. Los extranjeros deberán pagar por el uso del sistema de salud público, salvo acuerdos bilaterales.
Las universidades también pueden facturar. Las casas de altos estudios públicas podrán cobrar matrícula a los estudiantes extranjeros si así lo deciden. El “todo gratis” se queda en el aula de historia.
¿Discriminación o soberanía?
Desde Balcarce 50 lo tienen claro: la Argentina no puede seguir siendo el plan social regional. Y si eso incomoda, que incomode. Las reglas del juego cambiaron y ahora se exige lo que en otros países ya es norma: documentos en regla, conducta limpia y, si no, ¡afuera!
El relato se cayó, ahora se paga o se vuela.
Mientras algunos levantan banderas de derechos humanos y otros denuncian xenofobia, la gestión libertaria responde con lo que sabe: shock, eficiencia y lógica de mercado. ¿Querés usar el sistema? Colaborá. ¿Querés estudiar? Bienvenido, pero pagá lo que vale.
Esta es la nueva era. Una Argentina con frontera, con reglas, con prioridades. Y para el que no le guste, la salida —literalmente— es por donde entró