El INDEC informó que en el primer semestre de 2025 la pobreza alcanzó al 31,6 % de las personas y la indigencia al 6,9 %, en los 31 aglomerados urbanos relevados por la Encuesta Permanente de Hogares.
Si se compara con el primer semestre de 2024, cuando la pobreza llegaba al 52,9 % y la indigencia al 18,1 %, el contraste es impactante: una baja de 21,3 puntos en pobreza y 11,2 puntos en indigencia
Los números son tan espectaculares que la tentación de festejar es inmediata. Pero el periodismo —y sobre todo la vida cotidiana de millones— obliga a otra pregunta: ¿qué cambió en un año para que millones de personas dejaran de ser pobres en los papeles?
Para entenderlo hay que ir al corazón del método. El INDEC define dos umbrales:
Línea de indigencia: ingreso mínimo para cubrir la Canasta Básica Alimentaria (CBA).
Línea de pobreza: ingreso mínimo para cubrir la Canasta Básica Total (CBT), que suma alimentos y otros bienes esenciales.
Si los ingresos familiares superan la canasta, salen de la estadística de pobres o indigentes. Si no, entran.
La clave está en que en este semestre los ingresos medidos por la EPH crecieron por encima del costo de las canastas. El informe lo dice claro: el ingreso total familiar promedio aumentó 107,8 % interanual, mientras que la CBA y la CBT subieron 38,3 % y 42,3 % respectivamente
Es decir, no hubo milagro económico: hubo un desfase estadístico. Los salarios y transferencias medidas en la EPH corrieron más rápido que las canastas promedio.
El contraste con la calle es brutal.
Los alimentos subieron más de 200 % interanual según el IPC alimentos.
Los alquileres y servicios básicos siguieron la misma ruta.
Los comedores comunitarios de Rosario, La Matanza o Mar del Plata siguen abarrotados.
Entonces, ¿cómo se explica la baja?
Metodología urbana: la EPH mide 31 aglomerados. No refleja la ruralidad ni zonas con informalidad extrema.
Promedios que esconden brechas: el ingreso promedio “mejora” por efecto estadístico, pero la brecha de la pobreza sigue en 37 %, es decir, los pobres aún ganan un tercio menos de lo necesario para llegar a la canasta
Transferencias y bonos: sumas extraordinarias inflaron temporalmente ingresos declarados.
El mismo informe aclara:
En 0 a 14 años, la pobreza alcanza al 45,4 %. Casi uno de cada dos chicos sigue bajo la línea.
En el NEA, la pobreza es del 39 %; en el Gran Resistencia llega al 48,1 %
Es decir, el número total bajó, pero los núcleos más vulnerables permanecen atrapados.
Cuando el Gobierno titula “la pobreza continúa descendiendo”, instala la idea de una mejora estructural. Pero lo que realmente ocurre es un acomodamiento metodológico que se sostiene en ingresos corridos por inflación y bonos, y en canastas recalculadas con precios promedio.
La consecuencia política es grave:
Se festeja un dato técnico mientras la percepción social es otra.
Se erosiona la credibilidad del INDEC, que debería ser un termómetro, no un megáfono.
Se usa la estadística como arma de propaganda, corriendo el eje de lo urgente: pobreza infantil, empleo precario y desigualdad regional.