Un vecino fue hostigado en un control armado por el área de Ordenamiento Urbano La Costa. Días antes, el mismo personal lo había insultado. La complicidad de Tránsito y el silencio del intendente encienden las alarmas: ¿controles o aprietes con sello municipal?
Lo que debería ser un operativo de rutina terminó siendo una puesta en escena de revancha. El vecino que grabó el momento ya había sido insultado días antes por el mismo personal de Ordenamiento Urbano. Ahora, bajo la excusa de un control, lo volvieron a frenar. ¿Procedimiento o persecución?
Cuando un empleado municipal se saca el uniforme para insultar y después se lo vuelve a poner para hostigar, no hablamos de un hecho aislado. Hablamos de un patrón. Y la cadena de mando tiene un responsable directo: Adrián González, director del área. El que dirige, responde. El que calla, avala.
El video muestra lo que muchos vecinos vienen denunciando: que en vez de ordenar, desordenan; en vez de controlar, aprietan. Y cuando los que deben ser garantía de la convivencia se convierten en verdugos de ocasión, la confianza en el Estado se desmorona.
El intendente no puede mirar para otro lado. Hoy es un “control discutible”, mañana puede ser un expediente judicial que manche de lleno al municipio. La democracia local se debilita cuando los organismos de control funcionan como brazo ejecutor de caprichos personales.
La víctima de este operativo mantiene reserva. Pero las imágenes dicen más que mil comunicados: Ordenamiento Urbano se volvió sinónimo de abuso. Y mientras González siga al frente sin dar explicaciones, cada operativo quedará bajo sospecha.
Ordenar no es perseguir. Controlar no es amedrentar. Servir no es ajustar cuentas. Hasta que se entienda esa diferencia básica, cada chaleco reflectivo en la calle será visto con desconfianza. Y cada vez que el municipio convierta un operativo en un apriete, la institucionalidad pierde otra batalla.