
En General Madariaga, el “ajuste” ya tiene víctimas con cuatro patas.
El Municipio anunció que cerrará el Refugio Municipal de Animales en 30 días, dejando a la deriva a los 99 perros que viven allí.
El motivo oficial: “la baja de la coparticipación y la disminución del pago de tasas”.
Traducción: culpemos al contribuyente, adopten un perro y háganse cargo del ajuste.
El comunicado del intendente Esteban Santoro fue un compendio de frases de manual: “delicada situación económica”, “suspensión momentánea”, “servicios esenciales”.
Sí, claro. Porque en esa escala de prioridades, dar de comer a 99 perros parece menos esencial que mantener la flota de camionetas municipales bien tanqueda.
Dicen que el cierre es “momentáneo”, pero ya suspendieron también las castraciones gratuitas, y eso tiene más olor a “fin de ciclo” que a pausa.
Cuando un Estado se retira, no vuelve con un moño y un saco de alimento balanceado.
El refugio se sostenía con trabajo municipal y con los voluntarios de la organización Provida. Gente que no cobraba un peso, pero que igual ponía el cuerpo.
Ahora, la Comuna les pide ayuda… para desmantelar lo que ellos mismos construyeron.
Un sincericidio político disfrazado de pedido solidario.
El intendente Santoro quiso mostrar empatía bajándose el sueldo, junto a su gabinete, “como muestra de compromiso”.
Aplausos grabados.
Pero lo que no dice el comunicado es que la baja de coparticipación afecta a todos los municipios, y ninguno tuvo que cerrar un refugio ni dejar animales sin techo.
Mientras tanto, el municipio de Madariaga mantiene eventos culturales, contrataciones directas y propaganda institucional.
El mensaje es claro: si tenés dos patas, te defendemos con comunicado; si tenés cuatro, te entregamos con moño.
En política, las decisiones más pequeñas son las que más revelan.
Cerrar un refugio no es un ahorro: es una declaración moral.
Porque el gasto del refugio —comida, medicamentos, castraciones— representa apenas una fracción de lo que cuesta un evento municipal o una pauta mensual de Facebook.
Pero claro, esos gastos sí sirven para la foto.
El refugio, en cambio, mostraba otra cosa: empatía, compromiso, gente común haciendo lo que el Estado debía hacer.
Y eso, para algunos gobiernos, es intolerable.
El comunicado cierra con tono amable: “quienes deseen sumarse a la campaña, los esperamos de lunes a sábados en el predio…”
Un llamado a la ternura que intenta tapar una realidad cruel.
Porque no es una campaña de adopción, es una evacuación encubierta.
Y los perros no entienden de “ajustes fiscales”, pero sí de abandono.
Los 99 perros del refugio son el reflejo del mismo país que abandona a los suyos cuando no “rinden”.
Si el Estado municipal no puede sostener 99 animales, ¿cómo pretende sostener a sus vecinos cuando la crisis aprieta?
Y lo más triste: el cierre no es una consecuencia económica, es una elección política.
Palabras: 931
Nivel de ironía: 8/10
Verdades dichas sin anestesia: 6
Probabilidad de demanda: baja, pero el WhatsApp de adopción suena más que el de prensa municipal.
Estado del refugio: “momentáneamente suspendido”, igual que la sensibilidad oficial.
Dante Villegas, desde Madariaga,
donde los perros perdieron el techo… pero el intendente sigue ladrando promesas.