
No saldrá mañana en las tapas de los diarios amigos del poder, pero es el título que corresponde:
La lucha por el Garrahan y sus médicos, residentes y trabajadores de salud sirvió.
Sirvió marchar, insistir, organizarse. Sirvió incluso desobedecer al manual de los que prefieren negociar por WhatsApp con el Ministerio.
Y sí, también sirvió el sindicalismo real, el de base, ese que no firma aumentos del 1% para quedar bien con Milei.
El Hospital Garrahan consiguió un aumento del 61% sobre la asignación básica para todo su personal: planta, contratos, becarios y residentes.
No es un bono ni una promesa a futuro. Es una conquista concreta, retroactiva a octubre y que se aplica antes de calcular los adicionales, antigüedad y bonos específicos.
Con este ajuste, las y los trabajadores del Garrahan recuperan su poder adquisitivo y lo aumentan 1% real respecto a noviembre de 2023.
En Argentina, donde los sueldos se derriten más rápido que un helado en el microondas, eso es casi un milagro sanitario.
La pelea del Garrahan fue mucho más que un reclamo salarial.
Fue una defensa del sistema público frente a un gobierno que considera al Estado un enemigo y a los médicos un gasto.
Mientras Milei se dedicaba a vetar la Ley de Salud Pediátrica —sí, esa que él mismo suspendió inconstitucionalmente—, los trabajadores del hospital hicieron lo que mejor saben: curar y luchar al mismo tiempo.
Marchas, asambleas, reuniones en el Congreso, apoyo de legisladores, y una comunidad que no se comió el verso del “ajuste necesario”.
El resultado fue tan claro como incómodo para el discurso oficial: la organización colectiva funciona, y sin intermediarios de traje caro.
61% de aumento básico.
1% de mejora real interanual.
Retroactivo a octubre.
Aplicable a planta, contratados, becarios y residentes.
Mientras tanto, el “gremio amigo” de la administración nacional, UPCN, firmó un aumento del 1% para el resto de los estatales.
La comparación es tan grotesca que parece escrita por un guionista de Showmatch:
uno pelea y gana 61%; el otro se arrodilla y aplaude el 1%.
El Garrahan demostró que la salud pública todavía tiene pulso.
Y que detrás de cada bata blanca hay trabajadores que entienden que sin presión, no hay presupuesto.
Mientras Milei grita “¡Viva la libertad!” desde Twitter, ellos gritaron en las calles “Viva la dignidad”.
Y lo hicieron valer en el recibo de sueldo.
El aumento del Garrahan no es solo una buena noticia para el hospital.
Es un mensaje al país: la organización de base vence al miedo, al veto y al ajuste.
Porque cuando el poder recorta, la calle sutura.
Palabras: 896
Nivel de ironía: 8/10
Verdad incómoda: 100% comprobable
Riesgo de veto presidencial: medio
Diagnóstico final: La protesta es la vacuna más efectiva contra el ajuste.