Hay políticos que cambian de ideas. Hay otros que cambian de camiseta. Y después está Patricia Bullrich, que ya directamente cambia de ideología como si estuviera eligiendo menú ejecutivo según el día. Hace unas semana se afilió a La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei, cerrando así un ciclo que arranca en la Juventud Peronista armada y termina en una oficina blindada con la cara de Hayek de fondo.
Desde ensobrados.com.ar lo decimos sin eufemismos: cada afiliación de Bullrich es un sobre bien entregado, con destino claro y ambición sin freno. Porque no se trata de evolución política ni de búsqueda personal. Se trata de una carrera a cualquier precio, con una brújula que siempre apunta al cargo más cercano.
Ministra de De la Rúa, ministra de Macri, ministra de Milei. ¿Cómo se logra esa hazaña? Fácil: sin memoria, sin principios y con la billetera siempre lista. ¿Se acuerdan cuando Milei la acusó de poner bombas en jardines de infantes? Ella también, pero eligió querellarlo y sumarse a su gabinete, todo en el mismo año. No es flexibilidad: es cero dignidad institucional.
Su currículum partidario es un culebrón de logos descartados. Empezó como Carolina Serrano en la JP, pasó por el PJ menemista, el Frepaso, Nueva Dirigencia, Unión por Todos, la Coalición Cívica, el PRO, Cambiemos, Juntos por el Cambio y ahora La Libertad Avanza. Si la política fuese un álbum de figuritas, ya lo llenó tres veces.
¿Qué queda de la Patricia Bullrich de hace veinte años? Nada. Ni las ideas, ni el archivo, ni el decoro. Solo queda la cara dura de decir “esto siempre lo pensé” con una bandera distinta en la mano.
Y no es casualidad que donde pone un pie, siempre pide el sillón: fue ministra, candidata, presidenta de partido, vocera de represión, y ahora flamante libertaria sin escalas. Lo único que no cambia es el hambre de poder. Y si para llegar hay que negar a Macri, a la UCR, a Carrió o al que venga, se niega.
En Argentina, la ficha limpia debería incluir un test de coherencia. Pero mientras eso no ocurra, seguiremos viendo cómo los sobres cambian más rápido que las boletas.
Porque acá, la ideología se recicla. Pero los cargos se cobran en efectivo.
