A 47 años de su fundación, La Costa enfrenta parálisis del Concejo Deliberante. Dinastías eternas, falta de control y bronca vecinal en aumento.
Por Dante Villegas – Ensobrados.com.ar
Este 1º de julio, el Partido de La Costa celebró 47 años desde su creación oficial bajo el Decreto Ley 9024/78 firmado por el gobernador de facto Ibérico Saint Jean, en plena dictadura cívico-militar. Como siempre, hubo actos, discursos, y fotos con banderas. Pero mientras algunos aplauden la historia oficial, la realidad en la calle es otra: bronca, hartazgo y una sensación de que la democracia local es apenas una postal sin movimiento.
Porque lo cierto es que desde 1983 a hoy, el poder en La Costa se repartió entre muy pocos apellidos. Y al cumplir 47, parece que el municipio no festeja un aniversario, sino un feudo.
Desde el retorno de la democracia, el apellido De Jesús fue casi sinónimo de intendencia. Juan de Jesús fue el primer jefe comunal electo en 1983 y gobernó por tres periodos. Luego volvió en 2003. Su hijo, Juan Pablo de Jesús, tomó la posta en 2007 y se mantuvo hasta 2019. Tras el intermedio de Cristian Cardozo, un dirigente del mismo espacio, Juan padre volvió al ruedo y fue electo en 2023 para gobernar hasta 2027. Tiene 82 años. Nada cambia, sólo se recicla.
Otra dinastía fue la de los Magadán: Arturo fue designado por la dictadura y su hijo Guillermo fue elegido democráticamente en los noventa. Nunca dejaron del todo la escena. La Costa parece girar en un loop eterno de nombres repetidos, donde la alternancia no es de ideas sino de herederos.
En 2023, el intendente más longevo de la provincia volvió al poder con un ajustado 36,6%, apenas por encima del 35,5% de la oposición. Desde su asunción, anunció recortes en el organigrama municipal y una gestión austera. Pero lo central es que nada cambia en el fondo: la lógica del poder cerrado, de las decisiones entre pocos y la perpetuidad del mismo clan sigue intacta.
Y esto no sería tan grave si las instituciones funcionaran. Pero no. El Concejo Deliberante lleva más de cuatro meses sin sesionar.
El Concejo no aprobó el presupuesto 2025 y el Ejecutivo tuvo que prorrogar el de 2024. El presidente del Concejo, Ezequiel Caruso (PJ), rechazó los pedidos de la oposición para convocar a sesiones extraordinarias. Argumentó que “todo se puede tratar en comisiones”. Mientras tanto, temas clave como salud, infraestructura, seguridad y ambiente no se debaten ni se visibilizan. Y los concejales siguen cobrando sin dar la cara.
En una democracia sana, el Concejo Deliberante es el contrapeso al Ejecutivo. En La Costa, es una sucursal del poder central o, peor, una oficina cerrada por vacaciones permanentes.
Las redes sociales estallan de quejas. Los vecinos están hartos de la inacción del Concejo, de la falta de obras, del abandono en los barrios. Pero los grandes medios callan. Ensobrados habla. Porque mientras muchos medios locales están atados a la pauta municipal, nosotros contamos lo que otros ocultan. La bronca crece, aunque los diarios tradicionales la ignoren.
La gente ya no cree en discursos de gestión, en inauguraciones ni en promesas recicladas. Quieren respuestas. Y presencia.
Los vecinos se preguntan: ¿por qué se pagan sueldos de funcionarios que no trabajan? ¿Por qué no hay sesiones si la crisis está en la calle? ¿Quién decide sin control?
Este 47 aniversario podría ser una oportunidad para hacer memoria real: no solo de la fundación, sino de cómo llegamos hasta acá. Con dinastías enquistadas, concejales ausentes y un poder cada vez más cerrado, La Costa necesita aire fresco, no reciclado.
Necesitamos que se fije un calendario obligatorio de sesiones, que se descuenten sueldos por inasistencias, que se abra el debate al ciudadano común. No alcanza con recortar secretarías si no se recorta la impunidad.
Porque si la democracia no se ejerce, se convierte en un show vacío. Y eso es justo lo que La Costa no se merece.