El Gobierno salió con bombos y platillos a anunciar su último acto de magia fiscal: bajan los impuestos a los celulares. Sí, leíste bien. Eliminan aranceles para los importados, recortan tributos internos y también ajustan lo que pagan los que se ensamblan en Tierra del Fuego. ¿El resultado esperado? Un celular hasta 30% más barato. ¿El resultado real? Por ahora, una incógnita.
La medida se vende como un alivio para el bolsillo del consumidor, pero la pregunta que nadie se anima a contestar es:
¿cuánto de esa baja llega al laburante, al que se compra un celu en 18 cuotas para poder laburar, estudiar o simplemente tener WhatsApp funcionando?
Y más importante: ¿cuánto se queda la empresa, la importadora, la ensambladora o la cadena que te lo cobra al triple en la vidriera?
Porque ya lo vimos mil veces: bajan los impuestos, pero en el ticket final no se mueve una coma. O te bajan $30 y te suben el plan de datos. Porque el mercado nunca pierde. Y el que siempre paga es el de a pie.
Además, el anuncio deja un cadáver en el camino: la industria fueguina. Esos miles de puestos en la isla que sobreviven con respirador estatal y que ahora ven cómo se les cuela la competencia de celulares chinos, coreanos o lo que venga en container. Los empresarios gritan “libertad de mercado”, pero cuando les toca perder ventaja comparativa… ahí sí piden subsidios.
¿Y el Gobierno? Feliz. Muestra una baja impositiva como símbolo de apertura, mientras los precios siguen siendo una lotería y el acceso a la tecnología para millones sigue dependiendo de promociones bancarias o de cuotitas en apps de crédito trucho.
¿Quién gana con esto?
El que tiene espalda, el que importa en volumen, el que maneja pricing desde una torre de Puerto Madero.
¿Quién pierde?
El que labura y junta los mangos para cambiar el celu cada tres años porque el viejo ya no soporta ni una videollamada.
Así que sí, bajan los impuestos. Pero el problema no es el arancel, es el país donde la rebaja no garantiza rebaja, y donde la competencia nunca compite con los de abajo.
Por ahora, lo único que bajó seguro… es el humo.