El gobierno aplica un nuevo aumento al impuesto a combustibles y contradice su promesa de baja de impuestos. Análisis crítico y datos oficiales.
Por Dante Villegas | ensobrados.com.ar
Había promesas de “bajar impuestos”, de achicar el Estado, de liberar precios con competencia “perfecta”. Pero llegó el invierno, y con él, un viejo conocido: el impuesto a los combustibles. Bajo el Decreto 441/2025, publicado en el Boletín Oficial el 30 de junio, el Gobierno de Javier Milei oficializó un nuevo aumento sobre las naftas y el gasoil. Lo curioso: no es un ajuste nuevo, sino una actualización que estuvo congelada durante más de un año. Y ahora nos la cobran toda junta.
La medida viene en dos tramos: uno parcial desde el 1° de julio, y el otro completo desde el 1° de agosto. El relato oficial habla de “regularización”, pero en los surtidores esto se traduce en una sola cosa: más caro llenar el tanque.
El Decreto 441/2025, firmado por el Presidente, su jefe de Gabinete y el Ministro de Economía, establece lo siguiente:
Del 1 al 31 de julio, se incrementa el Impuesto sobre los Combustibles Líquidos (ICL) y el Impuesto al Dióxido de Carbono (IDC):
Nafta sin plomo: +$6,620 por litro (ICL) y +$0,405 por litro (IDC).
Gasoil: +$5,346 (ICL), +$0,609 (IDC) y +$2,895 adicionales para regiones con beneficios fiscales diferenciados (como la Patagonia).
(Fuente: boletinoficial.gob.ar)
Desde el 1° de agosto, se aplicará lo acumulado del primer trimestre de 2024, más todos los trimestres de ese año y el primero de 2025. Es decir: el incremento vendrá con retroactivo disfrazado de “actualización”.
Lo que Milei congeló por seis meses, ahora lo libera de un saque. Pero con otra bandera: “orden fiscal”.
La narrativa libertaria sostiene que menos impuestos traen más libertad. Pero, mientras se discuten reformas laborales y se frenan obras públicas, el Ejecutivo no duda en ajustar vía impuestos indirectos, que son los más regresivos. Porque sí: el impuesto al combustible lo pagamos todos, desde quien tiene un Corolla hasta quien distribuye verduras en una fiorino fundida.
Además, estas subas afectan directamente al precio final del transporte y de toda la cadena de distribución. Cualquier cosa que se mueva con motor a combustión sufrirá impacto: fletes, ómnibus, camiones, colectivos. Lo que empuja a la inflación, justo en el momento en que el Gobierno intenta mostrar una tenue desaceleración del IPC.
Las otras petroleras —Axion, Shell y Puma— ya aplicaron un aumento del 5 % la semana pasada. Pero YPF todavía no se movió. Si decide trasladar el impacto de este decreto, se estima una suba inmediata del 2 a 5 % en los surtidores. Si se aguanta hasta agosto, podría aplicar todo de golpe. En cualquiera de los dos escenarios, el consumidor pagará la fiesta pendiente.
La paradoja es escandalosa: el Estado —que es accionista mayoritario de YPF— aplica el impuesto, y a su vez decide si lo traslada… o si disimula.
Todo esto ocurre mientras el Presidente insiste en que el ajuste “ya está hecho” y que ahora vendrá la etapa del crecimiento. Sin embargo, este tipo de medidas demuestra que la motosierra no corta para todos igual: se rebajan subsidios, se licúan salarios y jubilaciones, y encima se recauda más por la vía indirecta.
En resumen: la carga tributaria se reconfigura, pero no baja. Solo cambia de forma. No es menos Estado, es Estado invisible que se mete en cada litro, cada ticket, cada caja del supermercado.
Este aumento no es un tecnicismo. Es un símbolo: el gobierno libertario ya rompió su palabra central. La promesa de “menos impuestos” fue apenas eso: una promesa. El “orden fiscal” ahora se sostiene con impuestos indirectos que nadie votó, pero que todos pagamos.
Publicado en Ensobrados.com.ar – Porque cuando ajustan, ajustan sobre vos.
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