
Mientras el Ministerio de Salud bonaerense emite una “alerta epidemiológica” por el aumento de casos de tos convulsa, los números revelan otra cosa: el sistema público está resfriado hace rato. Los contagios triplican los del año pasado y ya hay cuatro bebés muertos.
Pero tranquilos: el comunicado oficial dice que “las dosis son gratuitas y obligatorias”. El pequeño detalle es que no llegan o no se aplican.
Según el Boletín Epidemiológico de la semana 42, los casos confirmados de tos convulsa se dispararon en toda la provincia: 772 sospechosos, 63 confirmados, 252 “probables”.
Cuatro muertes, todas evitables. Tres bebés no vacunados. Uno recién nacido, sin la dosis materna porque su madre tampoco fue inmunizada durante el embarazo.
En resumen: no falló la ciencia, falló el Estado.
El Ministerio reconoce que las coberturas de vacunación están por debajo de los niveles esperados. Especialmente en las regiones V, VI, VII y XII (AMBA y alrededores). Zonas donde el problema no es la falta de médicos, sino el exceso de excusas.
El gobierno provincial saca el megáfono epidemiológico, pero los vacunatorios siguen vacíos o con faltantes.
La vacuna contra la tos convulsa está en el Calendario Nacional desde siempre: se aplica a los 2, 4 y 6 meses, con refuerzos a los 18 meses y 5 años. Y una dosis clave para embarazadas desde la semana 20.
Sin embargo, la logística del “Estado presente” llega tarde, con suerte, al tercer estornudo.
El 55% de los casos confirmados son bebés de menos de un año, con predominio en niñas. La mayoría en el AMBA, aunque las tasas más altas se registran en La Plata (Región XI) y el norte provincial (Región II).
Uno de los lactantes fallecidos era de la capital bonaerense, murió en un hospital porteño.
Mientras tanto, el Ministerio recomienda “aislamiento respiratorio” y “profilaxis antibiótica”. Suena bien en los papeles, pero ¿quién garantiza que en el conurbano haya pediatras disponibles y antibióticos en stock?
El coqueluche no es una “tos fuerte”. Es una enfermedad bacteriana que puede dejar secuelas neurológicas permanentes en bebés.
La fase crítica llega cuando el cuerpo ya no tiene aire ni fuerza para toser. En esos casos, la bronconeumonía o las convulsiones son la antesala del desastre.
Pero claro, los informes oficiales hablan de “reforzar la prevención”, como si eso alcanzara para compensar la desidia estructural.
La tos convulsa no volvió. Nunca se fue. Lo que se fue fue el control.
Menos campañas, menos vacunadores, menos seguimiento.
El resultado está a la vista: cuatro bebés muertos por una enfermedad que se previene con una dosis gratuita.
En la Argentina de los comunicados, los muertos son estadísticas y los brotes, simples “alertas”.
Dante Villegas, desde la Provincia,
donde la salud pública tose más que cura…
y los comunicados se imprimen más rápido que las recetas.