Flavia Delmonte, senadora de Cambiemos, quedó en el centro de un escándalo por corrupción, ñoquis y encubrimiento institucional en el Senado bonaerense. La trama involucra cuentas truchas, préstamos fraudulentos y silencio político.
La senadora Flavia Delmonte quedó en el ojo de la tormenta por una escandalosa red de corrupción que incluye ñoquis, préstamos truchos y manejos turbios en el Senado bonaerense. Mientras vos pagás impuestos, desde las oficinas de Cambiemos se gestaba una operatoria que involucra favores, política de blindaje institucional y un aparato montado para tapar la mugre. La historia huele mal, y lo peor es que nadie en el poder parece sorprenderse.
Mientras vos te levantás temprano para ir a laburar, pagar impuestos y sostener un Estado que cada vez te devuelve menos, en la Legislatura bonaerense se cocina una historia que da asco: la senadora radical y ex concejal del Partido de La Costa, está acusada de encabezar una red de ñoquis y prestanombres para chorearse la guita pública. Así, sin eufemismos.
Y como si no alcanzara con la gravedad de la causa, el Senado decidió hacer lo que mejor sabe: encubrir, tapar, mirar para otro lado. Todo bien prolijito, institucional, pero con olor a podrido.
Delmonte, vieja conocida de la política costera, con pasado como concejal y presente como senadora de Cambiemos.
Kevin Alan Razimoff, su mano derecha, operador, asesor y ahora potencial imputado en un juicio oral por su rol en el desvío de fondos.
Un Senado provincial que no solo no colabora, sino que directamente boicotea la investigación judicial: se niega a dar información básica, como el listado de empleados, oculta planillas y entorpece alevosamente el trabajo del fiscal.
La causa está cargada de pruebas. La clave: Tamara Arce, excuñada de Delmonte y exempleada, denunció que manejaban su cuenta bancaria sin permiso. ¿Desde dónde? Desde computadoras del Senado. ¿A nombre de quién? “flaviadelmonte2015”, ni disimularon.
Intentaron sacar un préstamo de $252.000 a su nombre. No salió por burocracia pandémica, pero el intento quedó registrado. El fiscal Pérez tiene todo documentado.
Y no es la única: hay al menos cinco personas más en la misma situación. Todos designados fantasmas, empleados que jamás pisaron el Senado pero cobraban como si fueran indispensables.
El pedido de desafuero de Delmonte lleva 15 meses durmiendo el sueño de los justos. Nunca lo trataron. Nunca lo respondieron. Y no es por casualidad: la Cámara alta bonaerense la protege porque si cae ella, puede arrastrar a medio bloque de Cambiemos. Y nadie quiere que el ventilador salpique.
Ante esto, el fiscal decidió avanzar igual: pidió juicio oral para Razimoff, y dejó lista la causa esperando que en diciembre, cuando Delmonte pierda los fueros, la justicia pueda actuar sin tener que pedirle permiso a los cómplices.
Como era de esperar, salió a decir que la causa es “una operación política”, que buscan arruinarle la candidatura, que no la pueden bajar con votos y por eso van por tribunales. Lo de siempre. Pero la evidencia no miente, y las pruebas no son ni de Milei, ni del kirchnerismo, ni de los trolls: salen de computadoras del propio Senado, con IP registrada y todo.
El tiempo corre. En diciembre, Delmonte quedará sin fueros. Y ahí ya no va a alcanzar con discursos victimistas ni comunicados vacíos. Ahí la justicia podrá avanzar, y si todo lo que hay en la causa se confirma, estamos frente a uno de los casos de corrupción más obscenos del Senado bonaerense en los últimos años.
Delmonte empezó en el Partido de La Costa, y como muchos, fue escalando a fuerza de rosca, favores y estructura. Hoy está en el centro de una red de ñoquis financiada con tu plata. Y el Senado, en vez de darle las explicaciones a la Justicia, la protege como si fuera un activo valioso.
Mientras tanto, vos seguís pagando el sueldo de asesores que no van a trabajar, funcionarios que no responden, y senadores que creen que tener fueros es una licencia para chorear.